Cronica Final

-“Chau papá, suerte en el trabajo”
- “Gracias Björn, igualmente para vos en la Schule”

Esto se dijeron padre e hijo antes de que Björn bajara de la Amarok para ingresar al colegio.

Richard Sprang es un diplomático alemán, que vive en Argentina hace 8 meses, debido a que fue transferido para trabajar en este país durante los próximos cuatro años. Richard junto a su mujer, Erika, y a su hijo, Björn, todavía están adaptándose a la Argentina. La embajada ya les brindó una casa cerca del colegio y una gran camioneta para que Richard pueda movilizarse al trabajo. Para ellos todavía todo es extraño. Desde el idioma, hasta tener un color de patente diferente a el del resto (los de la embajada tienen una patente azul que indica que son diplomáticos).

Para los diplomáticos no es complicado ingresar a este colegio de élite, ya que la embajada les financia la cuota mensual ($29.380) y no necesitan carta de recomendación. A diferencia de ellos, los argentinos que quieran enviar a sus hijos a este prestigioso colegio, deben conseguir una firma de alguien relacionado al colegio para esa carta de recomendación, además de pagar la cuota.

Alex ingresa 7:40 de la mañana cada día al colegio y su padre sigue hacia su trabajo donde ingresa 8:30.

Cuando el chico de 14 años (no parece de esa edad debido a su metro 85 de altura) llega, va directo con su mochila llena de cuadernos, al izamiento de la bandera. “Alta en el cielo un águila guerrera audaz se eleva en vuelo triunfal, azul un ala del color del cielo, azul un ala del color del mar”, es lo que se escucha a las 7:43, durante el izamiento de las banderas Argentina y Bonaerense,en la Goethe Schule (Colegio Goethe), previo al inicio de las clases de cada día.  Este ritual mañanero deja que “Aurora” suene por solo 30 segundo. Esto se debe a que los alumnos izan muy apurados las banderas. Truene o haya sol, haga frío o calor, todas las mañanas los directivos se reúnen junto con todos los alumnos de secundaria para compartir este momento. Una vez que las banderas son izadas, Florencia Noguera, la directora, menciona a través de un micrófono quienes cumplen años ese día y se los conmemora con un aplauso.  Finalmente Mariana Aragón, la vicedirectora, toma el mando del micrófono y dice con entusiasmo: “Que tengan un buen día, pueden pasar a sus clases”. Está todo muy cronometrado, para que los chicos arranquen sus clases a las 7:45. Esto denota desde el primer minuto, que es un colegio alemán.

Björn ingresa al aula “3A” junto a sus 22 compañeros de clase, quienes ya lo apodaron como “Bj” debido que es un nombre difícil de pronunciar. Dentro de su clase no solo se distingue por su altura, sino también por su largo cabello teñido de gris y sus aritos en las orejas y en nariz. La Goethe permite todo estos aspectos físicos, ellos se fijan en que rinda bien académicamente y que sea una buena persona, más que en la apariencia. El ya logró hacerse muchos amigos de su clase y de otras. “Fue bastante simple, siendo 110 en la camada y 23 en mi clase,  era obvio que alguien iba a querer ser mi amigo” comenta cuando al chico se le pregunta por sus amistades.

“El colegio igualmente facilita las amistades, en la clase A tratamos de ubicar a todos aquellos que vienen desde Alemania como expatriados, en la B a aquellos argentinos que tienen familia alemana y en la C,D y E se ubican los argentinos que tienen al alemán como segunda lengua” dice la director de la institución, Florencia Noguera.

Para “Bj” la traba más grande fue el idioma, se le complicó mucho volver a hablar español, pero a base de clases particulares y el apoyo de sus compañeros logró recordar este idioma con fluidez al cabo de seis meses. Björn vivió desde los seis hasta los diez años en Ecuador, debido al trabajo de su padre. Allí había aprendido la lengua española que fue perdiendo con el tiempo. Además de todo eso, en su familia se propusieron de hablar en español en la casa, para así poder mejorar lo más rápido posible.

Esta no fue la única complicación que tuvo el chico alemán. El sistema de notas fue raro para él, en Alemania se suele usar un sistema de 1 a 6, donde el 1 es la mejor nota y el 6 la peor. “Pasar a ver al uno como algo malo en mi vida fue un cambio raro, pero el humano es un animal de costumbre y por eso pude acostumbrarme” acota “Bj”, cada vez que le preguntan sobre este tema. “También fue muy difícil pasar a un colegio tan grande, al principio llegaba tarde a mis clases porque me perdía durante los recreos” agrega.

Este colegio es inmenso, ocupa un total de 23 mil metros cuadrados cubiertos (están distribuidos en tres edificios, jardín de infantes, primaria y secundaria). Dentro de esta inmensidad, viven los chicos y se mueven de aula a aula, como si fueran hormigas dentro de un enorme hormiguero.

Todos los chicos que vienen desde Alemania deben adaptarse también a pasar su día entero en el colegio. Todos los días se entra a las 7:40 y terminan las clases a las 16:20. Los miércoles es el único día que esto no sucede, ya que entran 7:40, pero salen a las 13:20. En el país europeo solo se va de 8 a 13 todos los días y los colegios no tienen actividades extracurriculares. A diferencia de eso, la Goethe Schule si las tiene, eso quiere decir que Björn al jugar fútbol debe quedarse los lunes y viernes hasta las 19 y además ir los sábados para jugar partidos. “Fútbol me ayudó a hacerme muchos más amigos y me enseña mucho de la cultura argentina y de la pasión para todo”, comenta el adolescente.

“Se vive dentro del colegio, los chicos pasan mucho tiempo aquí adentro, por eso tenemos que lograr que esta sea su segunda casa y que tengan un gran afecto por el colegio” cuenta Philipp Wehmann, Director general de la Goethe Schule.

Claramente este objetivo lo logran con todos los alumnos, dentro del colegio se arma una gran comunidad que mezcla a muchas culturas, pero principalmente a la argentina y la alemana. Además logran que cuando los alumnos se reciben, el afecto al colegio continúe. Hay grupos y muchas actividades para los ex alumnos, a quienes el colegio considera como parte de la familia.
Esta unidad que se genera en la Goethe la diferencia de muchos otros colegios. Mientras en otras instituciones educativas los chicos de distintas edades no se hablan o ni siquiera se conocen, aquí se arma una gran familia, donde en los recreos todos hablan con todos y hasta se generan amistades o noviazgos de distintas edades.

“Todos aquí se conocen y son amigos, es muy impresionante que a pesar de las grandes distancias que separan a todas las camadas dentro del colegio los chicos se hablen y se hagan amigos” comenta Björn con el entusiasmo que le da sentirse parte de la familia Goethe.

Además de todo esto, lo que más entusiasma a “Bj” es poder completar su Abitur, ya que este título es clave para poder estudiar en Alemania. El ya sabe que cuando termine el secundario, va a estudiar ingeniería civil en la universidad de Frankfurt.

“Una característica que distingue a la Goethe-Schule consiste en que nuestros alumnos pueden alcanzar una doble titulación: el Bachillerato Internacional Alemán (DIA – Deutsches Internationales Abitur) y el Bachillerato Argentino. La doble titulación les permite continuar sus estudios universitarios en las mejores universidades de Argentina como en Alemania o en cualquier otra parte del mundo.” escribió Philipp Wehmann, el director general, en su carta de presentación a la Goethe Schule.

Este Bachillerato alemán tiene una duración de dos años, en los cuales casi todas las materias se dictan en alemán. El Abitur permite ,a quienes obtienen este título, poder estudiar en la comunidad europea con mucha más facilidad. Aquí el sistema de notas varía y deja de ser del 1 al 10 y comienza a se de 0 a 15. Igualmente la nota de promedio final se da con el sistema alemán de 1 a 6.

Lo que más lo motiva del Abitur es el nivel de profesores que se encuentran en esta orientación. El estado alemán envía profesores al extranjero cada cuatro años. Muchos profesores se postulan y el ministerio de educación del país europeo selecciona a los mejores y más indicados para dar clases en otros paises.
En los pasillos del colegio se comenta que Gerd Kirchoff es de los mejores profesores de matemáticas que han pasado por la institución. Björn ya quiere comenzar su Abitur para poder aprender de él. En este colegio los profesores toman más un rol de mentor y no tanto de profesores clásicos.

Gerd Kirchoff está hace cuatro años ya en Argentina, pero renovó su contrato para quedarse por otros cuatro años más. Él vive a cinco cuadras de el colegio junto a su mujer Kerstin. Antes vivía con ellos su hija Alexa, pero decidió irse a estudiar a la capital alemana. “Estoy muy contento en Argentina, es un país muy alegre y con gente muy buena. El clima es excelente y el cariño de los chicos me animó a quedarme aquí por otros cuatro años” cuenta Gerd. Los profesores que vienen de Alemania no solo dan clase en el Abitur, sino también en las otras orientaciones como son “el biológico”, “el humanístico” y “el económico”.
Para estos profesores venir a Argentina puede resultar una gran experiencia, pero sin embargo es complejo porque deben dejar a sus familias y amigos en Alemania. Igualmente se arman grupos de los profesores extranjeros. Ellos comparten recorridas a la ciudad, asados y hasta partidos de fútbol. Suelen enamorarse de Argentina y les cuesta mucho volver, “tengo colegas que extrañan Argentina y que siempre recomiendan venir aquí, esto motiva a muchos profesores a anotarse para enseñar en el extranjero” acota Kirchoff.

En el Abitur igualmente no hay solamente chicos alemanes, o descendientes de alemanes, sino que también hay argentinos nativos, que sus padres los anotaron aquí con el afán de que reciban un tercer idioma como es el alemán. Para ellos es más complicado ya que casi todas las materias son en un idioma que no es su lengua materna como el alemán. Igualmente aquí se ve la gran conexión de ambas culturas y se crean lazos de amistad que ninguna distancia va a poder romper. El mejor ejemplo para esto es Patricio Jofre, un chico argentino de la clase de Björn. Ellos automáticamente se hicieron amigos, desde el primer momento. Se ayudan mutuamente en todo y comparten mucho tiempo juntos. “Bj” lo ayuda con matemáticas y el alemán, mientras que Patricio lo ayuda con el idioma y le da recomendaciones de a que lugares ir para conocer mejor la ciudad de Buenos Aires.
Los padres de “Pato” también son argentinos y no hablan siquiera una palabra en alemán, por eso el sacrificio que debe hacer él para lograr su Abitur es aún mayor que el de cualquier alemán.

Este colegio demuestra que el choque de culturas, que se mezclan como el café y la leche es algo que puede favorecer a todos, los argentinos pueden aprender de los alemanes y viceversa. Todos intentado sacar lo mejor de los demás sumado al buen ambiente de amistad constante que hay en el colegio, dan por resultado una educación de excelencia a nivel mundial, con niveles altos en todos los idiomas como son C2 en castellano y alemán; y C1 en inglés. “Además de todo esto, la Goethe Schule le entrega valores únicos a sus estudiantes y herramientas que a futuro van a ser muy valiosa” concluye el director general, Philipp Wehemann.



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